En la formación del relieve oceánico intervienen, al igual que en el continental la dinámica interna de la tierra, agentes erosivos y en ocasiones el hombre.
La dinámica interna de la Tierra ocasiona que en el fondo marino se formen dorsales y volcanes que generan nuevo piso marino y además, junto con el movimiento de las placas tectónicas va generando diferentes formaciones del relieve marino, como son: Plataforma continental, talud continental y región abisal, en la que existen profundidades mayores a los 6000 metros llamadas fosas abisales. La plataforma continental es la zona de transición entre tierra y mar. Se extiende en la periferia de los continentes, desde la superficie de las aguas hasta 200 metros de profundidad. Abarca varios kilómetros frente aquellos litorales donde las llanuras costeras son amplias, como sucede en el Golfo de México y en la Plataforma que rodea a Siberia en el Ártico. Frente a los litorales en que montañas se extienden hasta la costa, es angosta o casi no existe, como en los litorales montañosos de América sobre el Pacífico, en las Islas Filipinas y en algunas regiones de África Occidental.
Debido a su poca profundidad, la plataforma recibe la luz y el calor del sol, además, los materiales que numerosos ríos depositan en ella, lo que favorece la existencia de gran diversidad de formas vivientes que representan una extraordinaria fuente de recursos alimentarios.
En la extensa plataforma que México posee en el Golfo, existen importantes recursos petroleros que han convertido al país en un destacado productor y exportador. Esta plataforma proporciona además, magnesio, otros minerales y abundante pesca. En contraste, en el litoral del Pacifico, la plataforma es angosta.
El talud continental es el relieve que desciende bruscamente a partir de la plataforma continental y que alcanza, en algunos lugares, hasta tres kilómetros de profundidad. En la superficie del talud se distinguen barrancas, gradas, cañones y otras elevaciones y depresiones.